Si bien el uso de cigarrillos electrónicos continúa creciendo, particularmente entre los jóvenes, la comunidad científica sigue siendo cautelosa respecto de sus consecuencias para la salud a largo plazo. En Nueva Zelanda, los investigadores están trabajando para llenar este vacío de conocimiento, pero reconocen que los resultados definitivos probablemente no estarán disponibles hasta dentro de una o dos décadas.
Una epidemia silenciosa entre los jóvenes neozelandeses
La prevalencia del vapeo entre los adolescentes de Nueva Zelanda es ahora casi tres veces mayor que la observada en Australia, Canadá o Estados Unidos. Esta observación impulsó a Kelly Burrows, investigadora del Instituto de Bioingeniería de Auckland, a interesarse por este fenómeno creciente en 2019. En aquel momento, los datos mostraban una disminución del consumo tradicional de tabaco, pero una explosión paralela en el uso de dispositivos de vapeo.
Según ella, fue necesario medio siglo de observación para poner de manifiesto los efectos nocivos del tabaquismo. Por analogía, probablemente pasarán otros diez o veinte años antes de que comprendamos completamente los impactos del vapeo en la salud humana.
Investigación de vanguardia centrada en el tracto respiratorio
Durante los últimos seis años, Kelly Burrows ha realizado múltiples estudios centrados en los pulmones y el sistema respiratorio. Advierte especialmente sobre las propiedades oleosas de los e-líquidos, una fracción de los cuales permanece retenida en los pulmones con cada inhalación. Esta acumulación oleosa, asociada a fenómenos inflamatorios repetidos, podría a largo plazo provocar patologías y degradación tisular.
Para promover esta investigación, Burrows y sus estudiantes de ingeniería diseñaron un robot vapeador. Esta innovadora máquina recoge y congela los vapores de los cigarrillos electrónicos, facilitando su análisis químico. Los resultados son preocupantes: cada e-líquido contiene al menos treinta compuestos aromáticos, cuyos efectos sobre la salud humana siguen siendo en su mayoría desconocidos. Peor aún, las pruebas revelaron la presencia de metales pesados en los aerosoles inhalados, una contaminación resultante de resistencias metálicas sometidas a altas temperaturas.
Impactos celulares y mayores riesgos de absorción química
Otros experimentos realizados por el equipo de Burrows implicaron cultivar células pulmonares en el laboratorio y luego exponerlas a vapores de cigarrillos electrónicos. Los resultados son claros: algunas células han muerto, otras han visto desintegrarse su estructura o aumentar su permeabilidad. Este último fenómeno podría favorecer el paso de sustancias tóxicas al sistema sanguíneo, multiplicando los riesgos sistémicos.
La vigilancia es más importante que nunca
Ante la actual incertidumbre científica, los expertos subrayan la necesidad de adoptar un enfoque cauteloso, sobre todo entre los jóvenes y las personas que nunca han fumado. Los estudios a largo plazo serán esenciales para establecer políticas de salud pública adecuadas y prevenir efectos nocivos que hoy en día aún son invisibles.